Día 7. Cajatambo-Huaraz
Desplazamiento en autobús
Horario: 10h
Son las 5,45 h y estamos en la plaza mayor de Cajatambo en espera de que
llegue el autobús para embarcar con destino a Huaraz. La gente se va agolpando
y cantidad de personas con sus equipajes hacen cola para subir al vehículo.
Gente con maletas o simplemente paquetes hechos con tela o cajas de cartón, con
cajas con gallinas y enormes bultos,
ancianos, jóvenes, mujeres con niños a sus espaldas, vendedores de fruta, gente
variopinta que se desplazan a la capital o poblaciones cercanas y en medio de
este gentío, nosotros, con nuestras mochilas y equipos de montaña y con esa
mirada de curiosidad o a veces de incredulidad en vivir lo que está pasando en
esos momentos.
Arranca el bus, está repleto e inicia un largo periplo que durará cerca de
seis horas para recorrer algo más de 140 Km, por una pista de tierra por en medio estas
montañas. Damos gracias que nos haya
tocado la ventanilla de la izquierda pues el “patio” que tenemos debajo
es impresionante y recordamos que vamos en un “bus borreguero” por una pista de
tierra que apenas permite la circulación de dos vehículo a la vez y con curvas
cerradas que arañan el desnivel.
En cada parada suben vendedores, mujeres y niñas principalmente, que
ofrecen frutas y comida a los pasajeros. Aquí observamos que también existe eso
de la “antigüedad y rangos” ya que los primeras en subir a vender son las
mujeres y cuando estas han ofrecido sus productos dejan el paso a las niñas que
intentan su venta a una clientela que ya ha saciado sus necesidades. Siempre
hay una alma caritativa que les compra algo y entonces en sus caras
resplandecen con alegría y se les ilumina con
una sonrisa de oreja a oreja y con un tímido "gracias".
Las horas pasan y el bus avanza penosamente por esta infernal pista con un
constante rascar cambio de marchas y chirrido de frenos, seguramente estos
cacharros no saben lo que es pasar una ITV. En cada curva, en cada cruce con
algún otro vehículo el cacharro se asoma literalmente al precipicio y sus
ruedas exteriores “rozan” al borde de la pista. Esta vía no tiene nada que
envidiar a “la carretera de la muerte” , pista que une la zona de La Paz con
Coroico ( Los Yungas) en Bolivia, donde cada año había bastantes accidentes de
buses, camiones y guaguas despeñados por el abismo.
En la actualidad esa carretera está en desuso, solo circulan algún que otro vehículo amante de las emociones fuertes y btt,s. siendo un reclamo turístico de las agencia de aventura que la “ venden” como emoción fuerte a sus clientes.
En la actualidad esa carretera está en desuso, solo circulan algún que otro vehículo amante de las emociones fuertes y btt,s. siendo un reclamo turístico de las agencia de aventura que la “ venden” como emoción fuerte a sus clientes.
Cuando por fín circulamos por una pista asfaltada, respiramos con cierta
tranquilidad. Aquí el peligro no está en la montaña, si no en la carretera, y
circules por donde circules siempre ves restos de algún que otro accidente.
Estamos llegando al final de nuestro viaje en bus, nuestro destino
Pativilca, importante nudo de comunicaciones cercano a la costa donde podremos
coger algún otro bus o guagua que nos acerque a Huaraz.
Nos bajamos del bus aprovechando la parada para la comida y nosotros
también necesitamos comer algo. Nos indican el lugar donde podremos buscar
transporte a Huaraz y nos dirigimos a la gasolinera a la salida de la población,
el tráfico es intenso y caótico y varios taxistas nos ofrecen sus servicios
para llevarnos a Huaraz, pero sus tarifas nos parecen abusivas. Ante nuestra
negativa y viéndonos que nos vamos a comer tranquilamente, uno de ellos rebaja
la tarifa hasta que logramos llegar a un acuerdo, a final iremos a Huaraz en
una furgoneta taxi “pirata” y la compartiremos con otras cuatro personas…pero no pensemos en ello ahora...y nos
vamos a comer¡¡¡.
Después de degustar un excelente “caldo de gallina” que es como le llaman a
una potente sopa casera a base de este animal y acompañada de papas, pasta….y
un tiradito de pollo, las cosas las vemos de otro color y rebobinamos las
últimas horas pasadas… esta mañana estábamos a casi 3.400 metros y ahora nos
encontramos a nivel de mar, que locura de país.
Si el viaje de la mañana fue no apto para cardíacos, el de regreso a Huaraz
no le tenía nada que envidiar…. Una furgoneta pirata llena de gente, un
conductor “medio suicida” , tres películas de Jacki Lee ( saltos y mamporros por doquier)… vamos un
viaje relajante.
Otra de las “anécdotas” que vivimos en primera persona es que observamos el
grado de corrupción que existe en la administración, por cuatro ocasiones la
policía de carretera paro el vehículo y en tres de ellas la situación fue
resuelta mediante el soborno. Vimos como el policía se llevaba al conductor a
la parte trasera del vehículo fuera de las miradas indiscretas y entre los
papeles del vehículo el conductor le hacía llegar “la mordida”. Pero lo que no contaban es
que nosotros íbamos en la parte de atrás de la furgoneta y a través de la luna
trasera tintada veíamos como espectadores en primera fila toda la operación. En
una ocasión el policía desconfió y se llevó al conductor detrás del vehículo
policial, unos metros más allá.
La ruta que nos trae de regreso a Huaraz discurre paralela al río Fortaleza
y trepa sin descanso hasta llegar al paso de Coconococha y ya la habíamos
recorrido en nuestro viaje de Lima. El tráfico es intenso y rápido, el tránsito
de mercancías y personal es constante haciendo peligrosa la circulación por
esta sinuosa carretera de montaña, que es la principal arteria de comunicación
entre la Panamericana y el Valle del Ancash.
Después de algún que otro sobresalto, gracias a nuestro aspirante a piloto
de rallyes, llegamos a nuestro destino y un suspiro de alivio se nos escapa
mientras nos perdemos entre el bullicio de Huaraz en busca de nuestro
alojamiento. Creo que esta noche dormiremos del tirón y me viene a la mente el
comentario que mi buen amigo Pedro
Expósito hace al finalizar alguna “ actividad de aventura”,…. uff, otro día mas
y vivos .¡¡¡¡
Tanto Eli como yo nos hacemos la promesa de que algún día volveremos a
terminar nuestro Huayhuash.
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