22/05/2011
Para los que no conozcan Riglos, comentaré que es un pequeño pueblo a orillas del río Gállego en la provincia de Huesca. Es de sobra conocido entre los escaladores debido a sus grandes paredes de conglomerado donde encontramos infinidad de vías de escalada de diferentes graduaciones.
Este lugar mágico atesora muchas leyendas populares sobre su origen y población Leyendas de Riglos
Este lugar mágico atesora muchas leyendas populares sobre su origen y población Leyendas de Riglos
Riglos ha sido cuna y crisol de los escaladores aragoneses y en sus paredes se gestó buena parte de las hazañas deportivas de la postguerra y también fue escenario de varias tragedias que conmocionaron a la opinión pública de la época.
En los años siguientes a la guerra civil, numerosas generaciones de escaladores recorrieron sus paredes abriendo varias vías de dificultad que hicieron famoso este entorno de escaldada.
Los aragoneses, Rabadá, Navarro, Villarig, Bescós, Montaner,”Cintero” y los catalanes Anglada, Guillamón, Panyella , entre muchos, dieron nombre a la apertura de vías en sus verticales paredes de conglomerado.
En la actualidad estas primeras vías de escalada siguen siendo motivo de repetición y nuevas generaciones de escaladores han dejado su impronta con la apertura de nuevos itinerarios de dificultad. Riglos sigue siendo meta de escaladores a nivel nacional e internacional.
Esta vez no voy a Riglos a recorrer ninguna vía de escalada , si no a enseñar el lugar a Eli y a Montse y a guiarlas en la vía ferrata que hay abierta en el zona del el Cubilillo, Mirador de los Buitres por mi buen amigo Pedro Expósito. El lugar es privilegiado y su vista sobre todo el terreno que ocupan los Mallos es espectacular.
Hemos invitado a venir con nosotros a nuestra amiga Ana y a sus dos hijos que han aceptado la invitación sin dudar.
Hoy domingo y aunque es temprano, el aparcamiento situado cerca del refugio ya se encuentra casi a tope y se aprecia una creciente actividad en la paredes vecinas y en los accesos a la vías más cercanas. Nosotros después de preparar el material no dirigimos hacia el camino de los mallos pequeños que cogemos en una calle próxima.
La pista va bordeando el sector de las formaciones rocosas de menor entidad que se encuentran más separadas del pueblo. Los Mallos Colorado, Cored, Melchor Frechin, Aguja Roja... son varios de los denominados Mallos Pequeños, donde podemos encontrar varias vías de escalada de diversa dificultad y de varios largos. Su roca, conglomerado, ofrece en muchas de sus caras la suficiente confianza para disfrutar de la verticalidad de sus paredes y aunque no son tan visitados ni populares como el Fire, el Puro o el Pisón, son bastantes las cordadas que se dirigen a vías huyendo de las aglomeraciones y en busca de unos largos de escalada para disfrutar una mañana.
El día está caluroso pero una suave brisa nos hace más agradable el camino hacia el paredón del Mirador de los Buitres donde se encuentra la ferrata.
Una vez pasado el Mallo Aguja Roja y teniendo a nuestra izquierda el Paredón de los Buitres, un cartel nos indica la dirección a seguir hacia el Cubilillo y su vía ferrata. Abandonamos la pista en el lugar indicado y tomamos un camino que en descenso nos acerca hacia el arroyo que ya sentimos a nuestros pies. Cruzamos el curso de agua y nos adentramos en el bosque que por un camino bien marcado va ganando altura hacia la pared. Dejamos un desvío a la izquierda, que es el camino de bajada de la Peña Don Justo, itinerario que haremos de bajada. Otro cartel indicador nos dirige hacia la zona de la “clavijas” , el sendero se hace más pendiente y ya vemos la base de la pared donde arranca la vía.
En una pequeña repisa nos equipamos, casco, arnés, cinta disipadora, guantes y todos los elementos necesarios para realizar con seguridad este tipo de actividades. Para Eli, Montse y los hijos de Ana es la primera vez que hacen esta ferrata, para Ana y para mí será la…nosecuantas veces….que la recorremos, ya que era una actividad que realizábamos regularmente con nuestros alumnos de los cursos de montaña cuando yo vivía y trabajaba en esta zona.
Revisamos los equipos y sobre todo los de los peques, en sus caras asoman la emoción y la impaciencia por comenzar a trepar y acto seguido nos enfilamos en las primeras clavijas.
La vía comienza por una especie diedro chimenea que supera unas barras rocosas hasta un primer hombro. Está equipada con cable de seguridad y a las clavijas originales de la vía se le han añadido grapas que complementan los agarres. Los críos suben con agilidad, después suben Montse y Eli y cierra la comitiva Ana.
Al salir del primer resalte nos reunimos todos y caminando nos dirigimos al segundo. El comienzo es una pared lisa y muy vertical, las clavijas que facilitan su subida le dan un aspecto más difícil de lo que en realidad es.
Superamos el muro vertical y salimos a otra zona de repisa, todas las reuniones están equipadas con cadenas y hay suficiente espacio para que nos aseguremos y podamos descansar , contemplando la magnífica vista que se abre ante nuestros ojos.
A nuestros pies, muchos metros más abajo tenemos la zona del Tornillo, curiosa formación que da nombre a su mallo. A nuestra derecha, el enorme paredón de los Buitres con su enrome pared adornada por los nidos, blancos por los excrementos de estas enormes aves voladoras. Siguiendo el curso de la pista que nos ha traído hasta este lugar, vemos toda las formaciones de los Mallos Pequeños y sin solución de continuidad aparece la enorme masa de conglomerado rojizo que acoge al Mallo Visera y toda la zona del Pisón, por detrás de este asoma tímidamente la punta del Mallo Fire.
Enfrente de nosotros, al otro lado del río Gállego y separado del conjunto de mallos, tenemos la mole rocosa de Peña Rueba, donde también podemos encontrar una ferrata y numerosas vía de escalada. También fue una zona que Eli y yo visitamos hace casi un año, realizando el itinerario de ascensión a su cumbre por su parte más solitaria y salvaje. Mas al fondo vemos los Mallos de Agüero, de menor entidad pero no por eso menos interesantes de visitar.
Después de admirar el paisaje y echar un trago de agua, nos aupamos sobre el último resalte, este con algo menos de dificultad que el anterior pero no exento de emoción. Uno a uno vamos saliendo de la enorme cornisa que da acceso al Mirador de los Buitres, donde un grupo de familias curiosean las aves que vuelan en círculo muchos metros por encima de sus cabezas.
Su sorpresa al vernos es similar a la que hubieran demostrado si una ejemplar de estas aves carroñeras se hubiera posado a su costado. La presencia de dos niños y cuatro adultos, equipados con cascos y demás indumentaria de escalada levanta comentarios, no sé si de sorpresa, admiración o comentarios del “ cierto grado de locura” que invade al “personal de la zona”…..nosotros sonreímos y divertidos sacamos tranquilamente nuestros bocadillos y empezamos a comerlos con ganas.
Algún buitre nos sobrevuela y parece controlar la zona.
Es hora de bajar y para hacerlo podemos elegir tres opciones.
La primera, bajar una primera línea de rápeles que nos depositará en el camino de acceso al collado de la Peña Don Justo.
Otra opción es seguir el camino que sale justo a la izquierda del mirador y se dirige al comienzo de los rápeles en una curiosa piedra plana a modo de balcón, bajando luego por una senda muy pendiente en busca del collado de la Peña Don Justo
Y la a última opción es la de una vez bajado el camino, coger un desvío a la derecha que indica la dirección del segundo conjunto de rápeles. Esta opción es la más expuesta y desaconsejada en caso de ir con grupo un poco numeroso, ya que la línea de rápeles es muy vertical y la caída de piedras puede ser peligrosa. El último rapel es espectacular, largo y volado, no apto para gente sin experiencia.
Nosotros seguimos el camino que baja hacia el collado de la Peña Don Justo. La primera parte muy pendiente y hay que ayudarse de las ramas y raíces de arboles y matojos para descender con seguridad. Una vez pasado por debajo de la pared donde termina la línea de rápeles de la primera opción y el rebasado el cruce que nos indica la bajada de la segunda línea de rápeles, la senda planea por una vira arbolada y que se encuentra asegurada por cable y cuerda a mono de pasamanos, una caída en esta zona nos precipitaría al cortado de nuestra derecha con una caída de fatales consecuencias. No hay sensación de vacío ya que el borde de la senda está muy vestida.
El recorrido es muy bonito y aunque parezca sencillo y fácil es conveniente pasar las cintas disipadoras por el cable o cuerda a modo de seguro sobre todo si hay niños o gente inexperta.
La llegada al collado nos depara la última sorpresa, hay que superar la brecha que se abre entre las dos paredes por un sencillo puente de cadenas que a más de uno hace que le tiemblen las piernas. El paso apenas llega a los dos metros y es fácil de superar. Una vez superado nos adentramos en una profunda chimenea que baja buscando el inicio del bosque, una escalera metálica nos facilita el destrepe. Pasadas esta pequeñas dificultades, la bajada por el bosque en busca de la senda principal se hace con precaución, la fuerte pendiente resbalosa y las piedras sueltas unidos a las ramas y raíces de los árboles hacen la bajada un poco delicada, pero los críos bajan como cabras y la sonrisas de Eli y Montse indican que se lo están pasando muy bien.
Antes de llegar al sendero aprovecho para enseñarles a los chic@s, una grieta abierta en la pared que atraviesa de un extremo a otro la roca, acabando en el otro extremo de la misma metros más abajo, es como adentrarse en un estrecho pasadizo a oscuras y sin saber donde acaba……
Estamos en el sendero principal, no quitamos el equipo y emprendemos el camino de regreso a Riglos. Nos esperan unos potentes bocadillos y unas frescas cervezas con limón que nos aliviarán un poco del calor y el sol que nos castiga a lo largo de la pista.
Creo que ha sido una bonita actividad y lo hemos pasado bien…. sobre todo los chavales que ya piden más.
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