Como miembro del GMAM, Guía de Montaña UIMLA y
también como asiduo practicante de los deportes de montaña, he tenido la
ocasión de recorrer lugares recónditos del planeta, ascender sus altas
montañas, conocer pueblos y costumbres de varios países. Desde las cumbres de
nuestro Pirineo a los vecinos Alpes, pasando por las montañas del Atlas
Marroquí, las nieves del Kilimanjaro, las altas cimas nevadas de los Andes, la
dura Patagonia y la recóndita Tierra del Fuego hasta el inexplorado Continente
Antártico, todas y cada una de las expediciones han dejado huella e imborrables
recuerdos en mi vida. Pero tenía una
ilusión que se encontraba escondida
entre un sinfín de proyectos, esperando que le llegara el turno de
llevarlas a cabo, el deseo de atravesar el Círculo Polar Ártico, recorrer la
tundra, taiga y cruzar la banquisa del mar helado.
Cuando se presentó la oportunidad de poder participar en la Expedición del
GMAM- Travesía Ártica “Laponia 2012”, no me lo pensé dos veces y acepté el
reto. Al verme como miembro del grupo que llevaría a cabo la actividad, haría
realidad mi antiguo deseo de encontrarme con el Gran Norte, al fin iría al
Ártico, con un grupo de compañeros y amigos con los que había compartido alguna
que otra aventura.
Después de una trabajosa preparación de la actividad, donde la logística es
uno de los pilares más importantes para el éxito de la misma y de una intensa
preparación física y psíquica, llegó el ansiado día 5 de marzo, y en el
Aeropuerto de El Prat de Barcelona y delante del mostrador de facturación de la
compañía aérea Finnair, nos encontramos los integrantes de la expedición cargados
de equipo y con rumbo a Helsinki.
Después de casi cinco horas de vuelo, la capital finesa nos recibía con
casi 40 cm de nieve en las pistas de su
aeropuerto, esto nos haría presagiar lo que nos encontraríamos muchos
kilómetros al norte. Después un vuelo interior no dejaba en Kittilä cerca del
paralelo 68º N desde donde un transporte no acercó hasta Hetta Enontekio, lugar
de inicio de la primera parte de la expedición.
La travesía del Macizo del Pallas Yllästunturi, zona aislada al norte de
Finlandia, nos llevó cinco intensos días recorriendo la tundra y la taiga del
territorio lapón, desplazándonos sobre los esquíes y arrastrando una “pulka” (trineo)
con más de 50 kg por zonas donde la nieve acumulada sobrepasaba la altura de
una persona y atravesando collados, lagos helados y enormes bosques de
coníferas y abedules. Para dormir aprovechábamos cabañas de la zona y donde no las
había, lo hacíamos en tienda de campaña.
Fueron cinco días en los que predominó el mal tiempo, con frecuentes nieblas y ventiscas, que nos presentaron el temido “Whiteout” , donde se pierde la noción de la orientación y flotas en un mundo blanco. Cinco días de contacto intenso con la naturaleza en un extenso territorio dominado por los bosques y el blanco elemento, y en el compartíamos hábitat con los renos y alguna que otra ave que pueblan la tundra, sintiéndonos intrusos en un reino salvaje e inhóspito.
Fueron cinco días en los que predominó el mal tiempo, con frecuentes nieblas y ventiscas, que nos presentaron el temido “Whiteout” , donde se pierde la noción de la orientación y flotas en un mundo blanco. Cinco días de contacto intenso con la naturaleza en un extenso territorio dominado por los bosques y el blanco elemento, y en el compartíamos hábitat con los renos y alguna que otra ave que pueblan la tundra, sintiéndonos intrusos en un reino salvaje e inhóspito.
Lugares como Pyhäkero, Sioskuru, Hannukuru, Nammalakuru y Mäntyrova
impregnaron nuestras retinas de paisajes espectaculares y llenaron nuestras
cámaras de fotos con un sinfín de imágenes. Cuando al final de la quinta
jornada, con un día espectacular y una temperatura bastante agradable, el grupo
llegaba a las orillas del Lago helado de Jerisjärvi, nos dimos cuenta que
habíamos terminado la primera parte de nuestra expedición y que estábamos en el
ecuador de la actividad.
Después de apenas un día de relajo, incluyendo el tranfer de más de 300 km
al sur, ya estábamos de nuevo con las pulkas enganchadas y subidos a los
esquís. Nos encontrábamos en Haukipudas, lugar cercano a la población de Oulu a
orillas del Golfo de Bothnia en el Mar Báltico. Esta vez nuestro objetivo era
adentrarnos en este mar helado y atravesar el golfo con dirección a Kemi, en la
zona más septentrional del Báltico.
Esquiar por encima del mar congelado y tirando de las pulkas, produce una
rara sensación, tan rara, como entrar al mismo por el pequeño puerto, de una
base de guardacostas de la marina finesa, a través de barcos varados en la “orilla
congelada” y entre aparejos de mar. En hilera y con rumbo norte penetramos en
la masa helada y comprobamos que nuestros “temores” de que esta se rompiera carecían
de fundamentos, había más de un metro de espesor de hielo.
Nos desplazamos en paralelo y alejados de la línea de costa, solo nos
acercamos a la delgada línea oscura, buscando alguna de las islas que nos
servirá para pasar la noche, ya sea aprovechando alguna cabaña de pescador, o
en las tiendas de campaña. Las temperaturas son bajas, pero al menos no tenemos
el hándicap de los sube y baja de la zona anterior.
Además la navegación es simple, con solo marcar un rumbo, o seguir la línea recta que el GPS indica para encontrar nuestro siguiente waypoint, nos lleva sin grandes complicaciones a nuestros finales de etapa. En estas grandes extensiones carentes de referencias, es cuando nos damos cuenta de la utilidad del Sistema de Posicionamiento Global, más conocido como GPS, y del que tuvimos que echar mano en más de una ocasión, cuando la niebla y la ventisca nos impedía ver el horizonte o la línea de costa como referencia.
Además la navegación es simple, con solo marcar un rumbo, o seguir la línea recta que el GPS indica para encontrar nuestro siguiente waypoint, nos lleva sin grandes complicaciones a nuestros finales de etapa. En estas grandes extensiones carentes de referencias, es cuando nos damos cuenta de la utilidad del Sistema de Posicionamiento Global, más conocido como GPS, y del que tuvimos que echar mano en más de una ocasión, cuando la niebla y la ventisca nos impedía ver el horizonte o la línea de costa como referencia.
Después de 5 días, recalar en cuatro islas y recorrer casi 100 km por el
mar Báltico helado, llegamos al pequeño puerto de Karsikko, cercano a Kemi. Nuestra
travesía por el mar ha terminado, y como una flotilla de pequeñas embarcaciones,
vamos entrando uno detrás de otro al embarcadero.
“Atracamos” las pulkas, nos soltamos de los arneses y nos fundimos en un
abrazo muy emotivo, hemos cumplido nuestro objetivo, estamos contentos y
emocionados.
Han sido dos semanas muy intensas en todos los sentidos, físicas, psíquicas
y emocionales. He hecho realidad uno de mis sueños y he compartido aventuras,
emociones y experiencias con un grupo humano extraordinario. Ha habido momentos
duros, y momentos divertidos y alegres, hemos pasado frío y alguna que otra
penuria. Hemos comprobado lo bien que saben nuestros embutidos y quesos
nacionales, degustados en una cabaña en medio del mar helado…lástima de no
haber tenido un buen vino. Pero al final, con lo que uno se queda es, con el
compañerismo y la amistad que surge de manera espontanea, cuando un grupo de
personas viven y comparten una experiencia de este tipo.
Aún tengo el recuerdo la emoción de fijar la vista hacia el norte del
blanco horizonte, que era marcado insistentemente por la dirección de la
brújula, hacia un punto del blanco horizonte, indefinido, lejano, y cuando
volvía la mirada atrás, solo veía las huellas que dejaban en la nieve mi
pulka.....,.
Hasta siempre Artico.
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