Las carreteras kirguises, el “ay.ay,ay….”,
y reconocimiento de la zona.
Han sido nuestro
suplicio y enemigo durante toda la estancia en el país kirguís. Salvo las vías
principales que unen Bishkek con el vecino Kazhastan y con la región de
Issyk-Kul, el resto son accidentadas vías secundarias, en muchas ocasiones de
pobre asfalto o sin él y cubiertas de baches que hacen que los vehículos
busquen el mejor sitio para transitar, sin importar si se invade el carril
contrario. Una curiosidad de las que nos percatamos cuando vemos el variado
parque automovilístico que transita por la capital y vías principales,
observamos tantos vehículos con el volante a la izquierda como a la derecha
¡¡¡. También nos damos cuenta de que predominan los vehículos todo terreno y
muchos de ellos son de alta gama, que en cualquier ciudad española se asimilarían
a clases altas y pudientes.
Todo este variado parque automovilístico convive con verdaderas antiguallas de la época comunista, un sinfín de furgonetas que realizan la labor de transporte público y paran donde se les indica y en las zonas rurales con el medio de transporte por excelencia del país… el caballo.
Todo este variado parque automovilístico convive con verdaderas antiguallas de la época comunista, un sinfín de furgonetas que realizan la labor de transporte público y paran donde se les indica y en las zonas rurales con el medio de transporte por excelencia del país… el caballo.
Abandonamos la
capital por la ruta principal que se dirige hacia Karakol, la carretera no está
mal en comparación con otras las otras vías que recorren el país. Vamos hacia
el este y en sentido paralelo a la cadena montañosa que nos cierra el paso
hacia el sur. A la altura de Krashaya Rechka, giramos 90º y tomamos dirección
sur, recto hacia las montañas, nos adentramos en un largo valle.
A nuestro alrededor largas y blancas cadenas montañosas de perfiles redondeados, que se van afilando conforme penetramos hacia el interior. El rio nos acompaña todo el trayecto y varias casas de campo diseminadas nos hacen imaginar la ruda vida de esta región en época invernal.
A nuestro alrededor largas y blancas cadenas montañosas de perfiles redondeados, que se van afilando conforme penetramos hacia el interior. El rio nos acompaña todo el trayecto y varias casas de campo diseminadas nos hacen imaginar la ruda vida de esta región en época invernal.
Antes de
dirigirnos hacia nuestra dacha, visitamos tres zonas en las que nos moveremos
los próximos días. En alguna de ellas se asientan pequeñas y básicas estaciones
de esquí que ocupan los comienzos de algunos valles y aquí terminan las vías de
comunicación. A partir de estos lugares hacia arriba, comienza el reino de las
montañas
Esto nos ocupa
el resto de la mañana y casi toda la tarde, las más de 48 horas de viaje que
llevamos algunos y las cinco horas de diferencia horaria con España comienzan a
pasar factura. Pero la belleza del paisaje y sus blancas laderas y crestas nos
hacen soñar con buenos recorridos de esquí de montaña. En uno de estos lugares
testamos por primera vez la comida típica del país y su cerveza. Con el estómago
lleno las cosas se ven diferente y aun nos atrevemos a visitar otro lugar, a
pesar de que para llegar a él, Johannes tiene que hacer gala de sus dotes de
está perfectamente “aclimatado” al modo de conducir kirguistaní. Aunque eso no
le exime dejar su furgoneta “clavada” en una curva, con nieve hasta el eje.
Menos mal que Ricard con su potente todo terreno viene detrás nuestro logra
sacar el vehículo remolcándolo. Parece un “déjà vu” del año pasado en Noruega….
Por hoy basta,
ya tenemos bastantes deberes para los próximos días, enfilamos la pista hacia
nuestro lugar de alojamiento.
Ya en la
carretera del valle principal, Aleix gira hacia la izquierda y enfila una
estrecha pista cubierta por la nieve que en pronunciada bajada rebasa una verja
al lado de una casa de campo. Cien metros más allá se perfila la dacha donde
nos alojaremos. La nieve cubre todo el lugar y en medio de este desolado paraje
una casa, un cobertizo que hace la función de baño y aseo exterior y lo que se
puede apreciar de una jardín o zona de recreo, que ahora asoma por encima del
blanco elemento.
Descargamos el
material y el equipo y nos distribuimos por las dos plantas y las tres
habitaciones ocupadas por literas que tiene la casa. Una cocina-comedor-salon
de estar, una ducha-sauna, un porche cerrado donde dejamos los esquís y un W.C.
(que no es más que un simple agujero en la tarima, adornado por una tapa)
componen en resto de la dacha. Aquí pasaremos los doce días de nuestra estancia
en estas heladas tierras.
Después de
deshacer los equipos se organiza un briefing con Johannes para dejar listo el
programa de los próximos días. También analizamos las meteo que se avecina y decidimos
la actividad para mañana.
Acabamos tarde,
y la cena pone orden en el maltrecho ritmo que llevamos en las últimas 48
horas. Antonio H se erige “chef “y con ayuda de varios ayudantes organiza y
confeccionar nuestra primera cena “casera”. Aunque a partir de mañana,
tendremos cocinera que será la encargada de elaborar los menús que se han
elegido.
Nos vamos a
dormir, mañana a primera hora vendrá a buscaros Aleix, para nuestra primera toma
de contacto con las montañas y nieve del Kirguistán.
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