viernes, 23 de abril de 2010

PIC DE CUYALARET 2.286 M ( PORTALET-FRANCIA)









Nuestro primer festivo de esta Semana Santa, ayer vinimos a Sabi para aprovechar estos días y hacer un poco de esquí de montaña. Nos acompaña nuestro amigo Joan, que se ha apuntado para pasar estos jornadas con mostros.
El tiempo no está del todo bueno, así que hemos decidido hacer hoy una matinal suave, tenemos intención de subir esta noche a Astún y aprovechar la luna llena para hacer una esquiada nocturna.
Salimos de Sabiñanigo tempranito para no pillar atasco en la carretera que sube a Formigal. Es Semana Santa y las pistas se saturan de los últimos esquiadores que se quieren despedir de la temporada. Antes de tomar el rumbo al Portalet, recogemos a nuestra amiga Ana, de Jaca; que se ha apuntado a esta excursión.
Con el coche lleno de bártulos y de gente, tomamos la ruta hacia la frontera francesa, donde llegamos tempranito, antes de que empiece a llenarse el parquing de la frontera de esquiadores, montañeros, paseantes, familias y resto de personal que formamos la “fauna” que concurrimos este paraje.
Ha nevado durante todo el día de ayer y buena parte de la noche, la montaña tiene una capa de más de 40 cm. de nieve recién caída. El Pic de Cuyalaret es uno de los clásicos de la zona, presenta amplias y suaves pendientes, bastante seguras y a resguardo de posibles avalanchas… aunque nunca se sabe y en cualquier pala se puede desencadenar una, así que no obstante hay que tomar precauciones y observar el terreno y la ruta.



Nos equipamos, comprobamos los arvas y subimos con los esquís en la mano el pequeño escalón de nieve que da acceso al punto de inicio de la ruta.
Después de solventar unas pequeñas incidencias con el ajuste de la fijación de Ana, los cuatro tomamos dirección hacia el Pic de Cuyalaret que en el fondo del valle recorta su característica silueta. La nieve es profunda y me cuesta abrir huella, pero disfruto con la subida y entre bromas y risa vamos ganando metro a metro la base del pico. Un alto para picar algo , observamos que somos los primeros (yo la venía sufriendo desde la salida… el abrir huella cuesta...) En este lugar coinciden la ruta de los que viene del aparcamiento más bajo del Portalet con la nuestra ,pero ni por esas aparece alma alguna que se apiade y nos abra huella un ratito.
Seguimos y con alguna que otra lazada vamos montándonos en la ladera de la montaña.
Ahora si empiezan a asomar pequeños puntitos, que montaña abajo aprovechan nuestra huella y se dirigen hacia donde nos encontramos. Bueno, me consuela que en la bajada podremos disfrutar de todas las laderas de la montaña “vírgenes” y  firmar a placer su blanco manto inmaculado. La soledad de la montaña nos envuelve junto a los jirones de la niebla que de vez en cuando nos arropa. De entre esta y por el lado opuesto al que subimos aparece una pareja que se dirige también al pico, no llevan la misma traza que nosotros y solo la hacemos coincidir en los metros finales de la cumbre.




Poco a poco vamos llegando a la cresta alargada que alberga el punto culmínante del Cuyalaret, solo estamos nosotros y la pareja vasca que han llegado a la par nuestra. Hace frío y la niebla sube cada vez con más fuerza, nos abrigamos, comemos lago y de seguida quitamos pieles, ajustamos botas y fijaciones, nos colocamos el casco y en un plis estamos surcando la blanca e inmaculada ladera del pico en busca de las mejores palas de nieve donde trazar nuestros virajes.


 La nieve se deja acariciar por nuestros esquís y aunque en algún momento el relieve se confunde por la poca visibilidad, la sensación de deslizarse por las palas de esta montaña, vírgenes hasta ahora,  por un manto de nieve recién caída amable y cariñosa con nuestras trazas, nos anima, cogemos  ritmo y buscamos pendientes y vaguadas en donde podemos adivinar una nieve mas suelta y una pendiente más acentuada… , en las caras de todos se esboza una sonrisa de satisfacción. Es la recompensa que en ocasiones se  nos otorga a los esquiadores de montaña.
Se acaban las laderas y ahora toca un largo flanqueo para llegar al lugar donde tenemos aparcado nuestro vehículo. Vamos buscando las diagonales altas y tendidas, tratando de alargar la traza en la pendiente, para así evitar las largas remadas en las zonas planas o de  pendiente … poco a poco lo conseguimos y unos últimos metros en técnica de “patinador” nos hacen asomar al escalón que nos separa del coche.


Nos lanzamos sobre este  corto resalte vertical de apenas cuatro metros y arañando su pared con los cantos de los esquís, aterrizamos delante del capó de nuestro vehículo.
Se ha acabado la jornada por hoy, ha sido una matinal corta, con un tranquilo y bonito ascenso y una descenso de los que te dejan buen sabor de boca. Solo nos falta recoger los trastos y marchar a casa en busca de un aperitivo con su reglamentario vermut, donde comentaremos la jornada.

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